Partiendo de la base de que todos mis lectores, considerando su facultad de leer, son humanos, utilizo la primera persona plural para decir que lo que nos diferencia de los animales es el uso de la razón. Para definir este concepto me valdré de la definición otorgada por la (muchas veces sobreestimada) Real Academia Española; “Facultad de discurrir”, entendiendo este concepto por la misma como un abanico de ideas entre las cuales destacaré “inventar algo”, “inferir, conjeturar” y “Reflexionar, pensar, hablar acerca de algo, utilizar la inteligencia”. “El humano es un animal racional” es una sentencia asumida casi como una definición, por lo cual mientras mas explotamos nuestra razón, mejor explotamos nuestra calidad de seres humanos. Ahora bien, ¿Cómo explotar esta razón, esta capacidad tan amplia que nos permite inferir, crear, reflexionar y pensar? He ahí, a mi parecer, el rol de la educación. La educación tiene como deber primordial el explotar el razonamiento del humano y todo producto que de el desprenda, con el fin de acercarlo a su humanidad. Uno de los factores que determina al ser humano se ve en otra de las sentencias que igualmente son asumidas como definitorias; el ser humano como “animal sociable”. El razonamiento del ser humano lo han llevado a desarrollar nuevas y mejores alternativas de vida en sociedad, por medio de la tecnología y el desarrollo, por medio de la productividad, etc. como evolución de las funciones de cada individuo en la máquina social; anteriormente, un hombre producía lo necesario para si mismo, luego llegamos al sistema de trueque básico, en donde cada uno producía aquello para lo que estaba mejor capacitado y luego lo intercambiaba por otros bienes que le eran necesarios. Siguiendo aquel curso, culminamos en el actual sistema de transacción (y no es esta la instancia de criticarlo o justificarlo, nada mas aludo al curso cronológico que este factor ha tomado), medularmente similar al trueque, solo que organizado en grupos más grandes. En el sistema de turno, en esta dinámica social es en la cual la educación debe enseñarnos a “vivir y sobrevivir”, a hacer uso de nuestra razón, de nuestra capacidad esencial como seres humanos, para incluirnos en este sistema. Puede sonar demasiado “alienante”, y lo es dicho como fue dicho, sin embargo destaco el detalle de que el hecho de explotar a esta razón nos permite ser mas que un “engranaje”, ser una mente pensante impulsora de ideas. Pero para que en una sociedad sobrevivan en armonía mas de una idea, desprenden un sinfín de factores necesarios para que convivamos en aquella armonía, respetándonos, y he aquí mi alusión a la ética, otro de los factores que deben ser transmitidos por medio de la educación.
En resumen, la educación nos acerca a nuestra humanidad, y nuestra humanidad se divide en dos factores; la razón y la sociedad. He aquí los puntos primordiales que determinan a un buen proceso educativo y, por ende, siendo la labor del pedagogo la de educar, los que determinan a un buen pedagogo. Ahora bien, ¿Qué factores influyen en amplificar o mermar la capacidad de un pedagogo para transmitir estos valores? Partiremos por una deficiencia completamente humana, producto de la razón misma; un discurso no puede desprenderse en absoluto de la connotación subjetiva de quien lo expone. Es decir, el sentir del expositor será transmitido, ya sea consciente o inconscientemente. Por lo tanto, si partimos de la base de que un profesor debe formar alumnos que posean un razonamiento sano y fresco, no podremos otorgar a una persona con una mente insana el rol de profesor. He aquí el punto clave del presente artículo: demostrar como el hecho de SER profesor condiciona en muchos casos, a la larga, características antipedagógicas en los profesores. Para esto mencionaré tres puntos que me parecen importantes para los próximos artículos:
1) Los profesores están expuestos a una constante tensión determinada por la pugna entre su vocación y sus aspiraciones materiales. Actualmente el sueldo de un profesor (dejando de lado las diferencias que habrían entre las distintas pedagogías) no es equivalente al peso de su rol en la sociedad (como es el caso de muchas carreras que no analizaremos en esta instancia).
2) Se ven extremadamente alienados ante la encarnizada batalla por obtener empleo, ocasionada por la baja ponderación requerida para acceder a la carrera a nivel universitario, atrayendo a jóvenes con baja ponderación porque “no les dio para mas”
3) Surge frecuentemente una fatiga ante la clara deficiencia económica ocasionada por su “llamado vocacional”.
Viéndolo de este modo y tomando las características dadas (tensión, alienación, fatiga) podemos ver una imagen de lo representado por los adultos actuales.
En conclusión, soy tajante al afirmar que la única forjadora de la sociedad actual es la educación, mientras que el factor determinante de la educación, de la calidad de los pedagogos (considerando factores como el déficit en los sueldos, la sobreexplotación, que en fin condicionan el desempeño de su rol) es la sociedad, creando así un proceso cíclico.
¿Cuál es la salida?